sábado, 22 de diciembre de 2012

Me culpo, y pues, esa culpabilidad no es más real que cualquier escrito anónimo.
Ella baila en la esquina del baile frente a una muralla que se derrite en viscosidades.
La entretención del público se ve resaltada.
Una cueva que no tiene luces, sí final. Final que aplaza la eternidad. Aquella que no es infinita.
Son tres pequeñas cosas que me hacen resusitar. Y ninguna funciona hoy.
Me censuro frente a un público que no sabe quien soy.
Y es ahí donde la verguenza se cristaliza. Un pequeño soplido para corromperlo-
El calor de la noche a veces lo logra.
Que inútiles palabras.


 -Dolorosa ausencia que creé.

Y al notar el silencio, a la pareja durmiendo, y el vacío de aquella noche, inventa versos, quizás, un cuento.

-“Un cuervo muerto, me esperaba en la alfombra de entrada a mi casa.
Era una bienvenida supuse.
Sus ojos hablaban de aquello perdido.
Las luces lo penetraban intensamente.”

“Un cuervo muerto volaba arriba, en la entrada de mi casa.
No me miraba. Me quedé sentado esperando que lo hiciera.
Era de noche, las estrellas apenas iluminaban.”

“Un cuervo muerto, reposa constantemente en mi hombro.
No me doy cuenta cuando está y cuando no.
Un día lo noté.
Era demasiado tarde.”

“Pasó una niña. Pequeña,  en mis ojos, grande, en el de los otros.
Sonreía y se ahogaba en sus propias lágrimas.
Lágrimas que escurrían entremedio de vigas.
A su hombro decidió volar mi cuervo, mi cuervo muerto.
En su hombro se quedó aquel pájaro, un hueco le esperaba. “

“Esa misma tarde, volví a la entrada de mi casa. Nada me esperaba.
Me senté a esperar que aquél cuervo volviese.
Más nunca llegó.
Con mi mano puesta en aquél hombro en que solía sentarse,
Toque las cicatrices de sus pezuñas.
Supe que se quedarían ahí por siempre.”

martes, 18 de diciembre de 2012

Luz agotada en una noche especial.
El fuego prende el alma marchitada, de ciertas miradas. Yace ahí intacto. No lo puedo ver.
Entrego la flor como excusa de un baile que realizé hace mucho tiempo.
Llegar tarde cae en  una red de inútiles preguntas,
de las cuales alguna vez busqué respuestas.
La suerte ampara no sólo a quien la trae, si no a quien se escapa.
Llego tarde a la media noche, para ser observadora del fuego inescrupuloso que acecha las cenizas ya quemadas.
Entrego la flor en medio de la selva que agoniza por el calor. Se derriten.
La flor probablemente también lo hará.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Caen únanimes, caen infinito.
El hurto desastre todo a su tiempo.
Un hueco me explica por donde esconderme.
Más no cruza a mi lado.

Cadenas suenan al tocar el suelo.
Como una eterna tira de imágenes,
una frase que hace inútil a la otra.
El cielo es mi propio cementerio,
me gusta creer que en él me ampararan.

El funeral tendrá alguna chispa sonriente.
Más nadie se atreverá a sonreír.
La copa de los arboles no transará,
estáticas simplemente ahí se quedarán.
Es su sombra, la cual aún no puede huir.

Me atrevo a aferrarme solamente a las sombras.
Las imagino dispuestas a sostenerme.
Alivio efímero. Las grises me escupen.
Y luego no logro correr.

Las pesadillas guardan, el mas dulce deseo.
Aquella esperanza, de que el destino sofoque.
Es ahí cuando te envuelven.
El roce de una mano, es una maldad pasajera.
En la conciencia no basta un límite.

El vuelo y respiro permite a los pájaros volar.
Como si no existiera un pasaje oculto en las palabras.
Sumergidos en el aire.
Los transeaúntes estupefactos.

2012






No existe un paradero que reciba a quienes vienen con los ojos cerrados.
La ceguedad, suele ocultarse en situaciones infecciosas.
Una pequeña silueta se aparece bajo el edificio que tengo al frente mío.
Las luces que emanan del suelo, aseguran mi propia locura.
Un encierro feroz, que solo cabe como algún beso al futuro.
Las hojas caen haciéndo más ruido que nunca,
y yo silenciosamente deseo pisarlas hasta que crujan.
Me dejo guiar por un efímero olor que surge en un instante vacío.


El olor que solía recordar.
Me quedaba con ciertos rastros, alguna bufanda.
A veces, el olor venía simplemente de mi almohada.
Y esos días me sentía ciega gustosa.
 Ciega de poder admirar el hálito emergente.
Capaz de cerrar los ojos hasta que aquella especie de elixir
desapareciése en mi camino.
Con la debida decepción que eso traía.

Y no es tan solo nostalgia lo que crían los cuervos.
Aprendí que era mucho más.
Y que caía en gritos banos. Que no hacían mas que gemir un odio asqueroso.
Sin embargo, la separación se desea solamente en medio de la unión.
 Y es cuando la separación viene, el momento en que
la unión se hace más necesaria.

No puedo decir que su rostro no me remueve
todo lo que hay inserto en mi cuerpo.
Pero tampoco que no soy capaz de vivir con ello.
Por que un pequeño suspiro me salva en las agonías inútiles que me entrega.
Un roce, aunque sea pequeño, en mi mano, solo eso añoro.