miércoles, 31 de julio de 2013

El picaflor me entregó
tan solo un segundo de su vida.
Y sus alas aleteaban
como si de tiempo no se tratara.
Decidí egoístamente
atesorarlo por siempre.

martes, 30 de julio de 2013

Una ventana grande e iluminada
daba a la calle desde las alturas.
Atrás de ella  transparentaban los ojos suplicantes
de una chica vaga.
Un lobo negro cruzaba, mojado por las lluvias.
La mirada de la chica bajó
junto a sus lagrimas.
Gustase de la noche,
o de las pisadas amortiguadas.
La pequeña luz difuminada
voló para arrebatarle toda esperanza.
El lente enfocó la perdición de la pequeña.
Sabía que podía incluso
desperdiciar sus años
mirando, a través de la ventana.
Una mano.
A veces en el hombro, a veces en la cara.
Otras pocas, vislumbraba
su muslo en gracia.
Mientras, la sombra ajena era tejida a sus dedos,
su madre recogía las flores y el silencio.
Y el delirio socavaba los restos de luces
que el ojo cuidadosamente apartaba.
Prevalece el cantar de un recuerdo confundido,
que empezó a girar en el tiempo
bajo el hechizo de una imagen destructora.
Y
hay una caricia casi perfecta,
que el dolor restriega frente a
la sincronía celestial
del hueso que encaja sospechosamente.
La creación más divina y desgraciada,
fue la que dejó atrás su sombra fúnebre.
No se transa el funeral ni la muerte,
más sí la soledad
de seguir por la ventana, mirando
o esperando.
Miré el cielo, nublado
e imaginé una rueda de la fortuna
brillando por las pequeñas ampolletas que colgaban en
las barandas.
Temía subirme a ellas, las sillas se balanceaban mucho
y una que otra vez te podía tocar con un niño fastidioso
que alzaba sus brazos e imaginaba
como iba en un columpio extremo o encima de un increíble superhéroe.
Incluso recuerdo que los que manejaban la rueda
se deleitaban deteniéndola para observar a los desesperados niños
forzar al superhéroe imaginario, con super-saltos,
a continuar el viaje.
Los evité con tantas excusas.
Mareos, dolores de cabeza, vómitos repentinos, poco tiempo.
Siempre buscaba un baño en el cual refugiarme y
fantasear con aquella endemoniada rueda
callendo y rodando.
Y hoy caminaba, en medio de la neblina
y no pude no imaginar una hermosa
rueda de la fortuna.
Girando en su esplendor.
Con alguna música de circo,
con sonrientes caras apuntándome
por haberme quedado abajo.
No pude no imaginarme ahí,
caminando hacia la fila y luego,
en la rueda detenida,
en la cumbre del artefacto
la silla más alta
saludando a los desgraciados
que no se atrevían a subirla.
La ciudad se veía bonita desde arriba,
incluso con neblina.
Descubrí que lo que me daba miedo
era bajar.
Pero si no bajaba, tampoco podía subir.
Y no, no quería quedarme condenada a una rueda que no girase,
no podría soportar ver la cara de los maquinarios
riéndose de mi calzón afuera.

domingo, 28 de julio de 2013

Mar negro

La pequeña niña jugaba a escaparse de las olas. Más no pudo cuidarse de la ola más grande de todas, pues se confundía con el cielo y solo la vio antes de cerrar los ojos y entregarse a cierto tipo de destino.
La ola se apiadó, decían sus padres, pues la entregó de vuelta en la arena. Su pelo parecía brillar un poco más y aún conservaba tanto sus pies como sus brazos.
Al poco tiempo el recuerdo de la ola tragándosela empezó a reemplazar cada memoria pasada.
Dejó de reconocer hasta su nombre.
¿Quién soy? Se preguntaba a sí misma, y no obtenía respuesta. Lo único que escuchaba era el sonido del mar quebrándose. La arena rasgando sus piernas. Los ojos ardiendo. 
Sus padres pensaron que la niña se iba a volver loca. 
Ella sabía que los únicos recuerdos que le quedaban, era lo único que la salvaría. Y pensar en ello la hacía sonreír. 
Sabía que no había olvidado nada, sino que había realizado una especie de intercambio con el mar. 
El mar negro.
Hasta que un día sí enloqueció.
Descubrió que el mar botaba a la basura su memoria, al igual que la del resto con los que había llegado a jugar. 
Descubrió que lo único que le quedaba, es aquello que estaría por siempre.
Aún la hacía sonreír, pero la sonrisa no era natural pues ahora, sabía lo que había perdido. 
El océano sabio se enteró de este fracaso, y le ordenó a la niña jamás volver, pues ver su desgracia lo desgarraba.
Sus lágrimas ya no podían escaparse en la orilla.

La niña no tenía más recuerdos que aquél camino que realizaba para finalmente abrazar las aguas impulsivas. Y todos los días se escondía tras una roca, temerosa de ser descubierta. Y solo así lograba sonreír mientras a la lejanía acariciaba al mar negro que algún día la golpeó.

sábado, 27 de julio de 2013

El consuelo se busca en las manos acobardadas
por la angustia del fuego perpetuo
y en la melodía descubro
la añeja matriz
mordida por larvas siniestras
que recorren la piel muerta.


Tan solo la imagen extermina
mariposas rebosantes y a veces,
la sonrisa que ampara el consuelo.

Se acuesta en la perdición
se concentra en observar el tiempo
que se alarga súbitamente
en cada pestañeo.
Y cada trago desconsuela
los remedios que penetran las barras penales del calavozo.
Para quizás desaparecer
en un acto extravagante,
que exija aplausos y más aplausos
y así embobarse en los otros
que alaban la estadía infinita.

Más la sangre se somete
al repudio intelectual y,
profana siempre, lo embriagado y lo
 cristalino.

Se estrella frente a un vidrio
y observa las estrellas ya queridas.
Se estrella y su rostro empuja los labios,
para saborear el frío matutino.
El hálito empaña y el olor la estremece.
Dentro suyo se refleja,
y el cristal no la señala.
A penas recuerda su sombra,
la desgraciada
se escapó cuando notó que el reflejo en las aguas
ya no estaba.
Había sido reemplazado,
y ella lo había aceptado.


martes, 23 de julio de 2013



Puede doler sentirte lejano
pueden las memorias dañar.
 Se esconde, se barre tras un piano.
                      Se reza hasta el final.





Esto y solo esto, por saber que estás.

domingo, 21 de julio de 2013

3

Sube en un columpio impulsado por el viento
la gracia celeste que emana alguna flor
en búsqueda del beso puro
atravesado por el pasado.
Sube en un columpio para caer,
bajo la tierra sucia
impregnada de gusanos y restos de huesos.
Se arrastra para bañarse en barro
adherirse a la basura que
ha quedado sola,
untada en los años.
Y despierta cubierta,
la bombilla del faro,
se apagó. 
Escucha, pues no ve, un canto.
Y unos gemidos.
Incluso puede sentir, como la sal
del agua penetra la tierra,
para lentamente
alimentar su deseo de vida.

martes, 16 de julio de 2013

Fobia

Espera acumulada en el espacio
de estrellas brillantes
que en blanco y negro resplandecen
como una evocación ingenua.
la ardilla se conecta
a la lejanía por sus saltos.
La madre recuerda
lo fraudulento de sus huecos.
No hay imaginación que pueda ser sospechada.
Bajo el tambor de ambos cuerpos
sincronizados
en una culpa íntima.

lunes, 15 de julio de 2013

Isla del sol





Llovía todos los días en ese lugar. Y aún así, cada vez que miraban el cielo se sorprendían. No por la belleza de las gotas, o las nubes negras formando sombras. Se sorprendían porque un ángel se asomaba, como si pretendiera reemplazar los rayos de luz. Y le sonreían, a pesar de que su cara estuviése borrosa.

La lluvia destruía hogares, botaba árboles y enfermaba a quien pudiése. Pero todos, de alguna forma, deslizaban su confianza en la luz que bajaba todos los días. 

La confianza podía disiparse, de un segundo para otro. Bastaba que tan solo el ángel no llegara. Todos tenían noción de aquél peligro. 

Y como era de esperarse, el ángel un día no apareció. Su imagen se hizo terrenal. Ahora caminaba en la tierra, se mojaba con el barro, lloraba. Y a pesar de que ellos sabían que aquello podía pasar algún día, se marcharon. Emprendieron viaje buscando eternamente la isla del sol.

viernes, 12 de julio de 2013

un n

Ruega, con las rodillas flectadas
la mano en un corazón,
y los ojos cerrados.
El rezo de mil sirenas
unidas en un baile solitario.
Mientras las olas tragan,
las noches y los prados.

Un camino largo,
escrito con piedras.
Piedras que se deshacen con cariño.

Ruega, o reza.
Me da lo mismo.
Todos los días para pretender,
que sin el ruego,
te caerías.
La mano en el corazón,
y los ojos, siempre, cerrados.

Una mirada eterna,
y esa sonrisa ingenua,
que exigía un beso implantado en los labios.

Reza solitaria.
El desierto es el día,
los sueños la noche.
Las olas entre espejismos,
apenas tragan sirenas.
Ruega porque se levante,
todos los días, se levante.
En medio de noches y de prados.

Y la oscuridad acecha,
incluso más que la lejanía.
En la espina incrustada,
en mi piel.
En su piel.

Reza o ruega por última vez,
durante el día, durante la noche.
Y por siempre.
Para mantener, aunque sea el dolor.
Que trae tesoros
no de oro,
no de plata.
No de gracias.
El mar se atraganta.
El pájaro se duerme.

miércoles, 10 de julio de 2013

Sin botones, su camisa.

Sin botones, su camisa.
Su mentón rasmillaba.
Sus labios cortaban en sequedad.
Su intimidad erizada,
en el punto exacto de sus pezones.
Gritaba para detener,
las manos vacilantes
que provocaban el hormigueo
y las posiciones infinitas,
flexionadas.
La carcajada y el regocijo,
le seguían en sintonía,
los labios se trizaban
para revelar sus dientes,
y alcanzar,
con agonía, un beso.
El premio del tormento.

Sus duras manos acarician,
el rizo oloroso, que cae
desde la frente al cuello.
Para poder recorrer sus labios,
su nariz y ojos.
Y acercarse en preambulos
al lunar escondido.
Para guardarlo
y poder buscarlo cuando quisiése.
Para quedárselo, tan solo eso.

Y un pequeño susurro,
entre ambas partes cuando
logran coincidir.
Se queda en secreto,
se cuida hasta el final de los tiempos.
Las palabras deslumbran
cuando concuerdan.

Pasa un anciano que observa mis recuerdos.
La última vez que lo ví tenia 10 años.
No sonríe
antes de entregarme una botella
y un vaso.
-Bebe- y yo bebo.
-La lluvia se ve atormentada, por rayos
de sol.
Y el licor me cubre
de las quemaduras en la arena.-
-En la tierra permanente.- Le dije.

domingo, 7 de julio de 2013

Un corte en el estómago,
para sujetar las vísceras
y prolongarlas en un camino sinuoso
que tan solo la pequeña ardilla
puede recordar.

Observar la madre,
sujetar el pezón y
contar gota por gota, leche
que emana de la cueva sucia.
Hasta lograr inundarla,
agriamente,
como una marejada de vino.

Tan solo un beso,
queda bajo las esperanzas perdidas
de una
chiquilla suelta.

Su cabello creía estar
aferrado a la inseguridad.

Guarda bajo la manga,
un filtro de cigarro pisado
por huellas bajo la nieve.
Mientras su reloj suena y
la arena avanza sin repudio alguno,
ligera.

Y el dolor del corte no sacia la larga espera, la cuenta infinita.

Guarda bajo la manga,
la esperanza de un sabueso.
El humo deshaciendose a unas cuantas calles abajo.
Su sonrisa creó la imagen,
de la dulzura siniestra
que sigue a la sombra. 

Tan solo la música la guarda,
bajo escombros.

martes, 2 de julio de 2013

Amanda

Era una pequeña luciérnaga,
en un día lluvioso.
Lluvia corría hasta toparse
con los senos,
con su vientre.


Sus dedos estirados,
exprimiendo el dolor.
Exprimiendo un limón,
y otro limón,
pasar el whiskey,
pasan los años,
el salúd,
por sus pastillas.

Se tocaba para sentir la vida,
almacenada en basura.
Vida podrida.
Se tocó para culminar la sangre,
burbujeante y negra,
que se deshacía lentamente
en el agua,
tal cual el humo de un cigarrillo,
succionado por un hoyo negro.

Se hunde y se borra la lluvia,
cae dentro del pozo.
Su mano se alza pidiéndo ayuda.

No hay sonido alguno que se escuche,
bajo el eco de los mares nocturnos.
Solo las pisadas imaginarias,
de algún animal perdido.

Más tuvo la suerte,
de haber cuidado a un pájaro.
El mismo pájaro levantó el tapón
sumergido.
Y con la ayuda de sus alas
penetró a la dama,
cruzó su útero,
su estómago y pecho.
Y así,
se quedó, más tarde
dormido,
en su espalda.