martes, 21 de abril de 2015

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Es inevitable pretender saber más, cuando lo poco desesperanza. No importa cuantas veces caiga en lo obscuro, en las tinieblas, su placer me acaba. Y saber mucho, abarcar todo, tan lejano es que, en tiempo sería infinito. Pues no persigo el deambular excesivo, que se sumerje bajo la armonía de un vaivén. Creo la verdad, que no existe tal armonía. Me queda la curiosidad eternamente insatisfecha. Jamás podría querer satisfacerla, tan solo es la dicha del saber y no saber, de sentir o no sentir. Amparo la posibilidad de desear lo opuesto. Tantas luces suelen decir lo mismo. No puedo si no emocionarme al pensar que el saber parece abatirme, y criar lentamente un nido de rencor ante lo nuevo, ante lo que roza suavemente más cuida mi recorrido. Es la sinceridad la que sufre el asalto, en un camino de encubridores guerreros.

lunes, 6 de abril de 2015

Aborrezco

Aborrezco
cuando silba
el pájaro, y llama
la pérfida envestida
que acontece su
pensamiento.
Porque ya cansada
de la inquietud
solo quiero
respirar
de
nuevo.

Más duermo
a tu lado
y ya no hay
pájaros que
silben patrañas.

Solo de tí
y de mí
envueltos
y entre lunares
apreto
para sonreír cada vez
por el beso
deprisa.

De prisa y
rápido
pasa el tiempo
como si en verdad
no pasara
como si estuviese
tan lento
como la música de un baile,
del frío, de alguna
briza.
Envuelvo como envueltos
ambos abrazados
en un juego de palabras
que juegan a jugar
jolgorios de
camisas.

Y vestido de camisa
me recuerda
que así olvido toda pena.
Olvido hasta el silbido
que acontece
punzante
como una herida que no cierra
o cierra para abrirse
deprisa.

domingo, 5 de abril de 2015

Miguel Hernández



A MI HIJO

Te has negado a cerrar los ojos, muerto mío,
abiertos ante el cielo como dos golondrinas:
su color coronado de junios, ya es rocío
alejándose a ciertas regiones matutinas.

Hoy, que es un día como bajo la tierra, oscuro,
como bajo la tierra, lluvioso, despoblado,
con la humedad sin sol de mi cuerpo futuro,
como bajo la tierra quiero haberte enterrado.

Desde que tú eres muerto no alientan las mañanas,
al fuego arrebatadas de tus ojos solares:
precipitado octubre contra nuestras ventanas,
diste paso al otoño y anocheció los mares.

Te ha devorado el sol, rival único y hondo
y la remota sombra que te lanzó encendido;
te empuja luz abajo llevándote hasta el fondo,
tragándote; y es como si no hubieras nacido.

Diez meses en la luz, redondeando el cielo,
sol muerto, anochecido, sepultado, eclipsado.
Sin pasar por el día se marchitó tu pelo;
atardeció tu carne con el alba en un lado.

El pájaro pregunta por ti, cuerpo al oriente,
carne naciente al alba y al júbilo precisa;
niño que sólo supo reir, tan largamente,
que sólo ciertas flores mueren con tu sonrisa.

Ausente, ausente, ausente como la golondrina,
ave estival que esquiva vivir al pie del hielo:
golondrina que a poco de abrir la pluma fina,
naufraga en las tijeras enemigas del vuelo.

Flor que no fue capaz de endurecer los dientes,
de llegar al más leve signo de la fiereza.
Vida como una hoja de labios incipientes,
hoja que se desliza cuando a sonar empieza.

Los consejos del mar de nada te han valido...
Vengo de dar a un tierno sol una puñalada,
de enterrar un pedazo de pan en el olvido,
de echar sobre unos ojos un puñado de nada.

Verde, rojo, moreno: verde, azul y dorado;
los latentes colores de la vida, los huertos,
el centro de las flores a tus pies destinado,
de oscuros negros tristes, de graves blancos yertos.

Mujer arrinconada: mira que ya es de día.
(¡Ay, ojos sin poniente por siempre en la alborada!)
Pero en tu vientre, pero en tus ojos, mujer mía,
la noche continúa cayendo desolada.


TODO ERA AZUL

Todo era azul delante de aquellos ojos y era
verde hasta lo entrañable, dorado hasta muy lejos.
Porque el color hallaba su encarnación primera
dentro de aquellos ojos de frágiles reflejos.

Ojos nacientes: luces en una doble esfera.
Todo radiaba en torno como un solar de espejos.
Vivificar las cosas para la primavera
poder fue de unos ojos que nunca han sido viejos.

Se los devoran. ¿Sabes? No soy feliz. No hay goce
como sentir aquella mirada inundadora.
Cuando se me alejaba, me despedí del día.

La claridad brotaba de su directo roce,
pero los devoraron. Y están brotando ahora
penumbras como el pardo rubor de la agonía.
The Kinks
Le Mans
Mary Margaret O'Hara
Seo Jeong Kil

Carta

Jamás dedicaría palabras
que designaran lo cierto
hacia otro que
me olvide con sus ojos,
Las manos
buscan gracias
de juegos fortuitos
de miradas que ocultas
desaparecen como el humo,
Queda en mí
algo que rescato o
queda
la frase desvanecida
flotando.
Flores cantan, una vez más
hacia la luz que no se agota
para exigirle su silencio
flaco graznido del cuervo.
Y cuando negros me observan
como si robara,
parten las gallinas en la madrugada
cacarean las gallinas malvadas
y mi piel entumida te recibe
con fresco júbilo
con flores con olor a nada.
Escucho asqueada
para espantarme, perpleja
frente, no ver nada.
Nada más,
nada en mí tampoco,
nado hacia el fondo de la fosa
nado y tantos cadáveres me contemplan
como si la vida, les trajera
entre tantos restos.
Viertan, por favor en mí
algo suficiente
que no agote más  mentiras,
para que baile transparente.
Y no baile despojada
de lo bello
pues marca el tiempo las horas
y me pierdo entre  tantos destellos.
Es su sombra que de lejos
gime demente
por ser acogida
por alguna otra sombra.
Silueta oculta con la cual repito
que nada deja de ser
un tornillo botado
una rosca o el caparazón
de un caracol.
Insistencia maldita
reanuda todo aquello
que quedó suelto.
Disperso en un aire
que todo se lo come.
Pero incluso el aire
que respiro
pareciera también
necesitar un otro.